Tacubaya son machín o las aventuras de un cuatrero

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El siguiente artículo sólo puede comenzar de una manera: ¡vaya a donde vaya, visite Tacubaya!. Lo cual resultará siempre fácil porque todos los caminos conducen a Tacubaya. Si cree el curioso lector que no es así sólo hay que recordar que, consumada la Conquista, los canales de la ya derrotada Tenochtitlán fueron rellenados con tierras tacubayenses. Toda la Ciudad tiene la esencia de Tacubella, como los cuatreros solemos llamar a nuestra tierra patria: sepa el lector que fui oriundo de la Preparatoria 4, donde nació esta historia de amor. Cualquiera de la Ciudad conoce algo de Tacubaya: la banda de los  Los Panchitos, historias hermosas como el hecho de que la Revolución Cubana fue planeada ahí, que Ernesto Che Guevara tuvo una casa en esa zona, la Prepa 4, o lo que usted quiera, pero sobre todo Prepa 4.  Desde entonces tan popular barrio dirige los caminos de mi corazón (y me atrevería a decir que también el de gran parte de cuatreros).Ahora en el exilio de mi tierra patria, refugiado en la Facultad de Filosofía y Letras, extraño sus caminos y me decido a dedicar estas palabras al recuerdo que compartiré con tan magnánimo lugar y con quienes conviví en este amor por él.

              Entre los distintos caminos está el que gran número de cuatreros conoce bien: Pantitlán-Tacubaya, y todas las estaciones que estén entre las dos líneas que las unen, pues es el trayecto más común. ¡Vaya susto! Imagínese: como recorrer de Coney Island a El Bronx (y lo mismo de regreso) en la película de The Warriors sólo que a la mexicana: de Pantimueres hasta Tacubronx. No obstante, el susto no termina allí sino que al bajarse de la estación del Metro y salir a respirar los aires la bella Tacubaya (a tacos de 5X $10.00) hay un peculiar sentimiento de vacío en el pecho pues lo siguiente es atravesar Av. Jalisco sin que los camiones, combis, microbuses y automóviles te atropellen (naturalmente no te dan el paso: es Tacubaya). Es una habilidad que con el paso de los días y el cotidiano trayecto de un cuatrero se vaperfeccionando. Así, tras la riesgosa carrera, el mejor refugio es estar en el paradero de camiones que reparten pasajeros a Cuajimalpa (otro camino más que lleva a Tacu): ¡súbale, Prepa, Voca, Yaqui, El 14! Pagas $5.00 y  ya estás del otro lado: directo a Prepa 4. Aunque no faltará el atrevido que decida caminar, pasar atrás del Hospital Escandón, donde cuenta la leyenda que  asaltaban; o quienes cruzaban el ya poco útil desnivel de Periférico; o los atrevidos atletas que con la experiencia de atravesar Av. Jalisco se cruzaban en un acto suicida la lateral del Periférico. Luego subir el puente y ya estufas: tres cuadras más por la lateral de Av. Observatorio, vuelta a la derecha en General Manuel M. Plata, credencial en mano, respiración agitada y en el pecho, como dice Juan José Arreola: “pasa de vez en cuando un tenue soplo de marsellesa.”

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               De ahí, uno de  los caminos cuatreros más populares en aquellos tiempos preparatorianos míos eran los famosos Tronquitos: un lugar donde los estudiantes iban a refrescarse después de las pesadas clases, pues son conocidos en Prepa 4 por ser muy dedicados. Era un lugar maravilloso, porque ahora se encuentra clausurado.  Eso no era “un bar de mala muerte” sino que era  la muerte misma. ¡Cuántos muertos por los estragos del alcohol no hubo en tan memorable lugar! O los valientes que, no obstante haber muerto y   tras la resurrección se atrevían (porque en Prepa 4 somos muy atrevidos) a intentar pasar las barreras de la Honorable Doña Soco. No hay cuatrero que olvide a Doña Soco. Si no son cuatreros, pregúntenle a alguno. En fin, ella es una especie de  aduana, de catadora de alcoholizados. El honor se adquiría cuando pasabas sus barreras sin que ella te descubriera.

               Y a la salida, la mayoría junta a sus mejores cinco (a veces eran los peores) porque el hecho de bajar de nuevo a Tacubaya se convierte en otra aventura. Hay otros atrevidos que se van solos. Es mejor juntar a tus mejores cinco y presumir: somos varios. La misma travesía pero a la inversa: cruzar Periférico, el desnivel, la calle trasera del Hospital Escandón, donde cuenta la leyenda asaltan, los puestos y el olor a tacos de 5 X $10.00, atravesar olímpicamente Av. Jalisco, despedirse de los que van a Cuajimalpa, ingresar al metro y de nuevo: de Tacubronx a Pantimueres. Esto no podría acabar de la mejor forma (se puede recordar el magnífico poema de Paz, Piedra de Sol, no porque esto sea así de grandioso, sino porque empieza como termina): ¡Vaya a donde vaya, visite Tacubaya!

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Escuela Nacional Preparatoria No. 4

Maximiliano Fuentes

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