Hernán Cortés, un hombre humanista

Hernan_Fernando_Cortes

Hernando Cortés, como aparece en los documentos históricos de su época, es un personaje polémico para la historia de México y, aún más, para la mentalidad de los mexicanos. Pocas veces se mencionan otros aspectos que no se refieran a la cruel matanza de mexicanos –de esta manera los mismos españoles denominaron a los pobladores de la ciudad lacustre de México-Tenochtitlan–. Pero Cortés era un hombre mucho más complejo que un simple capitán de guerra de la guarnición de Cuba que inició la empresa de la conquista armada en tierras continentales americanas. El extremeño es un espejo de la época que Castilla y los reinos peninsulares gozaban durante el controversialmente llamado Renacimiento.

Son muchas las porfías sobre la duración temporal y los logros de lo que la historia de Occidente ha llamado “Renacimiento”. Mayoritariamente se considera que dicha etapa corresponde a un cisma de la visión del mundo medieval –hoy en día esto es discutible; historiadores como Alfonso Mendiola y Jacques Le Goff se han dedicado a desmitificar la historiografía anti-medieval– y al alzamiento del nuevo régimen humanista. Ahora bien, ¿qué significa esta palabra tan utilizada por nuestra sociedad? Basta con revisar los textos de los “humanistas” para darse cuenta de que no existió jamás una unificación epistemológica del pensamiento ni tampoco una negación total a las instituciones medievales; empero, el Renacimiento coincide con la época en la que Europa se alejó poco a poco del hermetismo político y económico. Europa buscó salir y creyó en el poder del hombre para conocerse a sí mismo.

La forma de acercarnos al probable pensamiento del conquistador nacido en Extremadura es a través de sus Cartas de relación, cuyo propósito era informar a Carlos I de España las hazañas del propio Cortés y de sus hombres. Hernando Cortés conoció el poder de las palabras en un momento histórico en que el papel y la tinta se tornaron legitimadores de los movimientos europeos –ya sean políticos o artísticos–. En estos documentos, Hernando nos ha legado un rompecabezas ideológico donde se pueden vislumbrar incitaciones nacionalistas, querellas económicas entre los ocupantes de Cuba, conflictos en relaciones sociales de los soldados y, además, la significación de la otredad que él mismo realiza frente a la figura de los pueblos mesoamericanos.

En diversos fragmentos de sus cartas, Hernán Cortés muestra admiración por la civilización mexica hasta el punto de considerarla tan justa y virtuosa como la castellana. En la tercera carta de relación, cuando el conquistador narra el sitio de la ciudad se ve envuelto en un pesar discursivo al tener que mandar destruirla ya que Cuauhtémoc, el último emperador de los mexicas, no la entregaba:

En esta sazón, ya que los que habíamos salido heridos del desbarato estábamos buenos; y a la Villa Rica había aportado un navío de Juan Ponce de León, que habían desbaratado en la tierra o isla Florida, y los de la villa enviáronme cierta pólvora y ballestas, de que teníamos muy extrema necesidad; y ya, gracias a Dios, por aquí a la redonda no teníamos tierra que no fuese en nuestro favor; y yo, viendo cómo estos de la ciudad estaban tan rebeldes y con la mayor muestra y determinación de morir que nunca generación tuvo, no sabía qué medio tener con ellos para quitarnos a nosotros de tantos peligros y trabajos, y a ellos y a su ciudad no los acaban de destruir, porque era la más hermosa cosa del mundo; y no nos aprovechaba decirles que no habíamos de levantar los reales, ni los bergantines habían de cesar de les dar guerra por el agua, ni que habíamos destruido a los de Matalcingo y Malinalco, y que no tenían en toda la tierra quien los pudiese socorrer, ni tenían de dónde haber maíz, ni carne, ni frutas, ni agua ni otra cosa de mantenimiento.

En aquel fragmento, como en otros, Cortés expresa su decepción por la destrucción de México-Tenochtitlan y la muerte de sus habitantes. Con lo anterior me refiero a que las acciones de Hernán Cortés, como las de los demás conquistadores del continente americano, responden a la forma de entender el mundo del hombre renacentista y no a la maldad anacrónica que se le da hoy en día.

Durante la institucionalización de la historia de México en el siglo XX como una nación independiente se desarraigó toda la influencia que Cortés y el bando europeo legó al país recién formado. Se optó por glorificar el pasado indígena y denostar la carga imperialista española al grado de satanizar a los españoles cuyo origen temporal era totalmente distinto al de los peninsulares de los años virreinales. Ejemplo de lo recién mencionado es el auge del indigenismo en los estudios históricos, etnohistóricos, antropológicos y en manifestaciones artísticas como el muralismo mexicano del siglo XX, lo cual es muy importante y necesario; no obstante, en Hernán Cortés se depositaron todos los prejuicios del gachupín invasor y saqueador. También, de manera anacrónica, se le asumió como el rostro de la modernidad aplanadora de la tipicidad mexicana. Esta idealización del indígena mesoamericano, por supuesto, prehispánico ha sido estudiada a fondo y de manera crítica por Guy Rozat, quien nos muestra al otro indígena de las crónicas y del imaginario colectivo del mexicano.

Hernán Cortés no es un carnicero de hombres ni es tampoco la personificación de la bondad humanista. El “conquistador” creyó fielmente en el modelo de hombre que se estaba edificando en su natal España. Con ello, Cortés creyó en el sistema universalista típico del Imperio Español de Carlos I y Felipe II, el cual se asumió como la mano responsable que debía llevar al mundo hacia el supuesto conocimiento verdadero: el de la fe católica. Para entender de mejor manera a los españoles de las conquistas de América es trascendental estudiar de modo más basto las relaciones sociales, económicas, históricas, artísticas, epistémicas y legales que generaron el pensamiento expansionista español. El cual, a su vez, derivó en los virreinatos y colonias imperiales, así como en las condiciones histórico-contextuales para fermentar la manera de actuar y pensar de los conquistadores.

En los últimos años latinoamericanos, enfáticamente dentro de la labor historiográfica, se ha hablado en demasía de redescubrir América y de reinterpretar lo que los mismos europeos bautizaron con dicho nombre, lo cual es estrictamente necesario y pertinente; sin embargo, la figura de Hernán Cortés ha quedado relegada a la imagen dictada por los estudios históricos positivistas-nacionalistas que le dieron la forma de personaje antagónico para México, a quien se le acusa, incluso, de destruir la fenomenal vida que ya “gozábamos” los mexicanos antes del encuentro colombino. Si se ha comenzado una serie de estudios americanistas cuyo propósito es liberar el conocimiento sobre América desde sus mismos pueblos, es menester repensar también la figura de los negativamente llamados conquistadores y de todo el contexto histórico que posibilitó, en el caso de México, el pensamiento expansionista castellano y del ya mencionado Cortés.

A diferencia de la creencia más compartida por los mexicanos, Cortés fue miembro de la Universidad de Salamanca donde estudió leyes, lo que lo coloca fuera de la denominación de un simple saqueador o mercenario. El extremeño confió en la Conquista de América como la manera de instaurar un Nuevo Mundo lleno del orden ausente en Occidente y del nuevo régimen humanista que Europa intentó establecer en cada rincón del mundo. Que no haya podido completarse su sueño, así como verse colocado por la historiografía y literatura “oficial” de México como un hombre sin contexto histórico, es cosa de la azarosa historia del hombre y de la humanidad entera y no tanto la probable creencia personal del conquistador de la Nueva España: el tiempo es más rápido que los proyectos de las visiones del mundo.

Sentencio este texto con nacientes palabras de Bernal Díaz del Castillo, el cronista de Indias con mayor fama alcanzada probablemente, quien en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España hace referencia a Cortés de esta forma:

Y verdaderamente fue elegido Hernando Cortés para ensalzar nuestra fe y servir a Su Majestad, como adelante diré. Antes que más pase adelante quiero decir cómo el valeroso y esforzado Hernando Cortés era hijodalgo conocido por cuatro abolengos: el primero, de los Corteses, que así se llamaba su padre Martín Cortés; el segundo, por los Pizarros; el tercero, por los Monroys; el cuarto, por los Altamiranos. Y puesto que fue tan valeroso y esforzado y venturoso capitán, no le nombraré de aquí delante ninguno de estos sobrenombres de valeroso, ni esforzado, ni marqués del Valle, sino solamente Hernando Cortés; porque tan tenido y atacado fue en tanta estima el nombre de solamente Cortés así en todas las Indias como en España, como fue nombrado el nombre de Alejandro en Macedonia, y entre los romanos Julio César y Pompeyo y Escipión, y entre los cartagineses Aníbal, y en nuestra Castilla a Gonzalo Hernández, el Gran Capitán, y al mismo valeroso Cortés se holgaba que no le pusiesen aquellos sublimados dictados, sino solamente su nombre, y así lo nombraré de aquí en adelante. Y me dejará de hablar en esto y diré en este otro capítulo las cosas que hizo y entendió para proseguir su armada.

Josu Roldán Maliachi

4 comentarios en “Hernán Cortés, un hombre humanista

  1. Dos comentarios:
    Primero – Cabe mencionar que Cortés si fue a estudiar a la U. de Salamanca, sin embargo abandonó dichos estudios en no menos de dos años (Revisar cualquier biografía seria de Hernán Cortés, como las producidas por Esteban Miracaballos, Christian Duverger, David A. Boruchff, José Luis Martínez, etc.) Dudo mucho que los «aprendizajes» del humanismo salamanqués se reflejaran en su actitud «humanista» de liquidar poblaciones indígenas como la masacre de Potonchán o la matanza de Cholula. En fin, esa es una de las problemáticas principales de encerrar a un individuo bajo un concepto que es complicado y un tanto anacrónico. Decir que Cortés era humanista, es un símil de aquellos pocos enterados de historia que expresan que Fray Bernardino de Sahagún es el primer antropólogo en México. Moraleja: No caigamos en el mal uso y perversión de los conceptos.
    Segundo – Forzar las fuentes para una argumentación disfrazada de ensayo es poco profesional. Sostienes que Cortés era humanista por mostrar «admiración por la civilización mexica hasta el punto de considerarla tan justa y virtuosa como la castellana», no obstante si nos adentramos en sus crónicas, como las dichosas Cartas de Relación, encontramos que además de admirar a los indígenas los encuentra desagradables, salvajes e idólatras. Cortés, como todo cronista de su época, sostiene que los indígenas son unos «menores de edad». Hoy leemos eso como un tratamiento despectivo hacia la «otredad».
    Es noble y ambicioso tu esfuerzo de salvar a Cortés de la «leyenda negra española», difundida por los proyectos liberales; no obstante tampoco lo idealicemos como un humanista; en primera porque no elaboro algún tratado, y segundo, porque sus acciones son ambigüas y por conveniencias para con el otro indígena.
    Saludos.

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    • Gracias por tu comentario.

      Tu concepción de humanismo se restringe a los tratadistas, lo cual no representa a otros humanistas ni a la mentalidad de los humanismos compartida por los pueblos europeos desde el siglo XIV. Sería muy injusto dejar fuera a Bocaccio, a Dante y a Perrarca debido a lo que dices. Sin embargo, el humanismo no se limita a los «escritores» de una obra: es gracias a esa obra que damos cuenta de una ideología.

      Te dejo una moraleja: los conceptos no son siempre los mismos y tienen una tradición más antigua que la del objeto de estudio y de su recepción.
      Es imprescindible (aunque casi imposible) estar consciente de que los hombres han actuado mediante los supuestos epistémicos propios de su paradigma.
      Es muy poco profesional e iluso confundir esto último con justificar una masacre.

      Entiendo y agradezco tu preocupación por no enaltecer una figura por sí sola polémica. En ningún momento se pasa por alto que en nombre de una empresa y una institución se realizó una barbarie. No obstante, se ha creado una imagen y un discurso distorsionado a posteriori de estos personajes. Tratar de que esta idea se reflexione es el objetivo.

      Saludos y abrazos.

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      • Por tratadistas me refiero a verdaderos humanistas como Erasmo de Rotterdam, Thomas More, Maquiavelo, etc., quienes como los tres italianos que mencionaste, se pronuncian como críticos del espíritu de su tiempo. Cortés no posee dichas cualidades, ya que no plantea una teoría del conocimiento, ni construye una obra literaria trascendente y altamente poética ni mucho menos un sistema filosófico. No hay que romantizar ni idealizar al muerto.
        Los conceptos provocan desfases, Cortés no es un humanista, es un conquistador y un mercenario. Y justo por eso la mala utilización de ciertos conceptos en la historia lejos de iluminar conocimiento, lo ensombrecen en mentiras, ficciones y falacias históricas. Toda escritura es intencional, y la tuya es ponerle adjetivos que no se cumplieron a lo largo de la vida del Marqués de Oaxaca. Para eso, primero hay que saber crítica de fuentes.

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      • ¿Cuáles son tus parámetros de la alta poética?
        Siguiendo tu estructura discursiva te digo: para eso hay que saber teoría literaria antes.

        Consideras que el humanismo se restringe a un grupo selecto de exponentes. Yo lo considero, además, como una influencia ideológica que incitó un tránsito en el pensamiento de los hombres letrados de la época, hayan sido filósofos o hayan sido navegantes.

        Saludos.

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